En Sevilla… Roca Rey cortó una oreja y Ferrera dio una vuelta en una corrida mansa y noble de Victoriano del Río
Sevilla. Domingo 1 de abril de 2018, Plaza de la Maestranza. Inauguración de la temporada. Domingo de Resurrección en la primera de abono. Con lleno de ‘No hay billetes’, se han lidiado cinco toros de Victoriano del Río, —el primero, devuelto—; el sobrero y el quinto de Toros de Cortés, correctos de presentación, mansos, blandos y nobles; destacaron tercero y cuarto.
Antonio Ferrera: Ovación con saludos y vuelta tras petición y aviso.
José María Manzanares: Ovación con saludos y silencio.
Andrés Roca Rey: Oreja tras aviso y silencio tras aviso.
Detalles:
Se guardó un minuto de silencio en memoria de los ganaderos Domingo Hernández y Victorino Martín, el puntillero Enrique Muñoz Lebrija y el delegado de la autoridad Miguel Ángel Ocaña.
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La plaza de la Maestranza, una preciosidad, como cada primavera; el ambiente, de lujo, como cada Domingo de Resurrección; los sueños, por las nubes, y la afición (entiéndase público) fácil, fácil, como nunca: no es hambre de toros lo que se mastica, sino la constatación de que se ha perdido la inherente exigencia de la tauromaquia. Este es el imperio del toreo low cost, y así son las cosas…
Hubo momentos de alta tensión, de toreo bueno, es verdad, pero todo no puede valer. No valen, por ejemplo, los toros que se lidiaron de Victoriano del Río, correctos, por no decir muy justos de trapío, escasos de fortaleza, parientes lejanos de animales bravos y dulzones y nobles, eso sí, al gusto de la torería andante.
El primero que inauguró la temporada fue devuelto a los corrales. No es lo que se dice un buen comienzo. Besó la arena en varias ocasiones y demostró sin pudor que lo suyo no era la pelea. Después, salieron otros, sosones unos y muy nobles y sin fiereza otros. Destacaron, según la nomenclatura moderna, los corridos en tercer y cuarto lugar, correspondientes de Roca Rey y Antonio Ferrera. El primero cortó una oreja y el segundo se debió conformar con una vuelta al ruedo tras fallar con el acero a la primera.
El joven peruano parece que viene a por todas esta temporada. Le sobran condiciones para ello; desborda valor, entrega, ilusión y capacidad para conectar con el público. Aprovechó las buenas condiciones de su primero, al que capoteó con donosura de salida, y esperó en el centro del ruedo, a pies juntos y por ajustados estatuarios en el inicio de la faena de muleta. Con pasmosa facilidad, dibujó varias tandas de derechazos muy jaleados y, después, un rosario de naturales templados y enjundiosos que hicieron sonar los compases de la banda de música. Aprovechó, en suma, la humillación del animal que le permitió ganar el entusiasmo de los tendidos. El toro tardó en morir tras un estoconazo y el premio se redujo a una oreja, más que merecida.
Se esperaba todo y más del sexto de la tarde, pero la muy irregular corrida de Victoriano del Río lo impidió. Roca Rey quiso darlo todo, pero su toro, acobardado en tablas, se negó a colaborar. Valor sin mácula ante un animal huidizo que impidió que el torero peruano corroborara una tarde de triunfo en Sevilla.
Y Ferrera, que no pudo más que justificarse ante el soso y desabrido primero, salió a por todas ante el cuarto, otro dechado de nobleza, ante el que dictó una lección de buen gusto, de temple e inspiración. Incomparable ese momento en el que la trompeta interpreta el solo del pasodoble Dávila Miura, de Abel Moreno Gómez, la plaza silente, y toro y torero, frente a frente, para dibujar una tanda de muletazos tan irregulares como henchidos de magia. Mejor, quizá, en los adornos que, en el toreo fundamental, pero grande su torería, su inspiración, su forma de andar, sus maneras de pensar e interpretar en la cara del toro. Una media estocada fea y atravesada emborronó su obra.
Nada en el haber de Manzanares, poco agraciado con la suerte de un lote muy soso, impropio para el toreo que de él se espera. No pudo triunfar, pero se llevó un volteretón de miedo cuando pasaba con la derecha a su primero. Voló por los aires y salió milagrosamente indemne del accidente.
En fin, que se hizo de noche —las corridas en esta plaza siguen durando más que Lo que el viento se llevó, inconcebible, por ejemplo, la demora de los toreros en aparecer en la arena tras el anuncio de los clarines mientras la presidencia y el delegado de la autoridad miran para otro lado— y las ilusiones se marchitaron. Detalles, solo detalles, de buen toreo; toros para el desecho y las ilusiones por todo lo alto…
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* Antonio Lorca, prestigioso crítico taurino del influyente diario español El País
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