En Aguascalientes… Oreja de platino para José María Hermosillo
Aguascalientes. Lleno en la San Marcos, en el segundo festejo novilleril se lidió un encierro de San Martín, bien presentado de juego variado; fueron aplaudidos en el arrastre el primero y el segundo y al tercero se le dio un arrastre lento que despertó ciertas protestas.
José María Hermosillo: Al tercio y oreja
Juan Pedro Herrera: Al tercio y palmas
Diego San Román: Al tercio y Silencio
Detalles:
El novillero Juan Pedro Herrera recibió una cornada de aproximadamente 8 cm en la axila derecha, fue llevado al hospital para ser intervenido. Al cierre de esta nota aún no hay parte médico oficial.
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Seriedad y verdad, así es José María Hermosillo. El joven hidrocálido hace que las pupilas del aficionado vuelvan a brillar; esta tarde el de Aguascalientes estuvo firme, solvente y pensante en la cara de los toros. Hermosillo es como se dice coloquialmente un garbanzo de a libra, de los contados novilleros que tienen ese algo distinto que hace que la afición se dé permiso de sacar las esperanzas arrumbadas en un baúl.
El justo premio llegó a sus manos tras la muerte de su segundo astado, un bien presentado novillo de San Martín al que quitó por chicuelinas y vistoso remate a una mano. Fuerte le pegaron en el caballo al novillo que presentó pelea. Las tafalleras adornaron el ruedo a cargo de Hermosillo y llegado el tercer tercio cogió su muleta y por alto se lo llevó a los medios, ahí le bajo la mano con suavidad, la primera tanda por derecha que hizo sonar el olé seco de la San Marcos.
Hermosillo le plantó cara al burel que se quedaba a medio viaje, aguantándole hasta hacerlo pasar, todo con la faz relajada, planteando su estrategia a seguir. Por naturales el novillo salía suelto con la cara arriba y con poco recorrido, Hermosillo se quedaba a la pelea hasta conseguirle los muletazos de vuelta entera, las manoletinas muy allegadas a su taleguilla para rematar con el de pecho.
El estocadón en todo lo alto y con una oreja brillante cual platino dio una merecida vuelta al ruedo.
El primero del lote de Hermosillo fue aplaudido al salir por toriles por su bella presencia, de inmediato el hidrocálido le dio un bonito saludo capotero. En varas el astado empujó con poderío. El segundo espada, Juan Pedro Herrera ejerció su derecho en quites, se echó el capote a la espalda con determinación, pero el astado lo prendió y ya en el suelo Herrera perdió el conocimiento, fue trasladado a la enfermería de donde salió posteriormente.
El espada en turno, Hermosillo, tomó la roja y sacó al novillo de las tablas con señores doblones, para luego bajarle la mano y hacerla correr sabrosamente, dándole extensión al muletazo, quizá pecando un poco al tomarse de los cuartos traseros emborronando la estampa. La segunda tanda un tanto carente de temple, vinieron los desarmes y Hermosillo lo cambió de terrenos, ahora por izquierda le dejó la muleta en la cara y ahí lo embarcó, ajustó las distancias y aunque se le quedaba cortó por ese lado resolvió la papeleta. Fallas con el acero le impidieron tocar pelo.
Un puñado de emociones es Juan Pedro Herrera, que esta tarde salió maltrecho cual Santo Cristo, pero tiene un valor y conexión con el tendido que es descomunal. Su primero fue un novillo bien presentado que tomó las telas de inmediato y que empujó con fuerza en el peto. Antes del piquero Herrera quitó por chicuelinas y después dos intentos embarullados de zapopinas; el tercer espada salió en su derecho de quitar, San Román dibujó ajustadas chicuelinas.
Herrera cubrió alegremente y con tino el segundo tercio, provocando los aplausos de los presentes. Para cuando tomó la muleta el ánimo estaba subido de tono, se dobló con el novillo de tablas a medios, la primera tanda por el derecho parecía ser el preludio del romance, pero no. La alteración inicial se enfrió con una lluvia gélida de pases, pases y pases sin sabor ni profundidad.
Mucha tela, muchos pies y nada de composición. Sí, se escuchaban olés, pero de esos sin eco, insulsos, emanados de la numerosa concurrencia. Se tiró a matar volcándose en el morrilo, dejando entera tendida y esta vez ¡Aleluya, el señor Juez no se dejó llevar por la petición minoritaria de pañuelos blancos, pues algunos creen que las orejas se piden a gritos y no con albos retazos.
¡Hoy Rivera Río sí se reservó ese premio, como debe ser; caro, valioso y anhelado!
¿Y por qué?
Decían los rostros confundidos los recién llegados, he aquí la respuesta:
¡Porque están en Aguascalientes!
Herrera quiso dar una vuelta al ruedo, pero al escuchar protestas regresó al burladero.
La segunda actuación de Herrera, la comenzó al saludar con chicuelinas, luego de la fuerte pelea en varas el de Aguascalientes quitó por navarras. Cubrió con excelencia dos pares de banderillas, pero en el tercer turno al intentar colocar los palos, el novillo se lo echó a los lomos, en la arena hizo por él tirándole peligrosos hachazos que calaron en las carnes del novillero, las asistencias lo llevaron al burladero de matadores y ahí se le aplicó un torniquete en el brazo derecho, puesto que la sangre emanaba de la axila derecha.
Malherido regresó a la cara del burel, se lo pasó por la espalda en dos ocasiones provocando susto, el joven tiene valor, eso no está a discusión. El novillo estuvo pendiente de su cuerpo, pero Herrera le puso arrojo y se agradece puesto que es el comienzo de su caminar. Mal con las espadas y todo quedó en palmas.
Diego Sanromán tiene pinta de torero y buenas maneras con el percal, pero aún tiene mucho que asimilar frente a los toros, su carrera apenas inicia y es entendible. Con su primero quitó por singulares chicuelinas a manos bajas, en varas el novillo peleó con fuerza. De muleta el astado metía la cara abajo y el novillero se vio acelerado en sus procedimientos, embrollado con tela y burel, quedando a merced de él, cuidando más la pose que la forma y la profundidad.
Faltándole firmeza en las zapatillas y sufriendo constantes desarmes. Se puso de rodillas expresando valor, pero una vez más el novillo buscó hacerle daño. Mal con las espadas y la gente lo invitó a saludar en el tercio, para el novillo se otorgó el arrastre lento que fue cuestionado y pitado por algunos.
El sexto de la función que correspondió a San Román fue la misma historia, bien con el capote, eso sí le sale ni pintado, pero con la muleta el novillo se quedaba a media altura, constantes dudas, desarmes y el novillero muy encima del astado, al final no logró su cometido de emocionar, mató de entera tendida y trasera para irse en silencio.
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