Crónicas

En Sevilla… Daniel Luque, otra lección magistral

Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Domingo 30 de abril 2023. Decimocuarta corrida de abono. Lleno. Toros de La Quinta, -el segundo como sobrero-, justos de presentación, bravos y con poder en los caballos, nobles, desfondados y descastados en el tercio final.

Julián López El Juli: Vuelta al ruedo tras petición mayoritaria y silencio.

Daniel Luque: Silencio y oreja.

Pablo Aguado: Silencio y silencio.

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Orden de lidia -sorteo-

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  • El torero sevillano cortó una oreja de peso tras una inspiradísima faena a un toro noble y desfondado de una decepcionante corrida de La Quinta

Daniel Luque pide a gritos el unánime reconocimiento como indiscutible figura del toreo. Tras el triunfo que alcanzó el pasado día 20 ante un toro de vuelta al ruedo de El Parralejo, hoy ha vuelto a demostrar que está viviendo un momento de gloriosa madurez por su conocimiento de los terrenos, la colocación en la cara del toro, el toreo en redondo, el largo natural, y la entrega para exprimir hasta el extremo la generosa embestida de un noble animal sin fuerzas en el alma.

El suceso acaeció en el quinto de la tarde, otro toro, como todos los demás, de buen juego en el caballo (todos empujaron con poder, pero pagaron el alto precio de llegar sin aliento al tercio final) que embistió a la muleta con calidad y dulzura, pero solicitaba piadosamente un paso rápido al otro mundo.

Pero no era esa la intención de Luque. No pudo torearlo con el capote, el animal perdió dos veces las manos, y cuando sonaron los clarines nadie apostaba un alamar por un juego que permitiera el mínimo lucimiento. He aquí, no obstante, que Luque estudió a su oponente con conocimiento de experto, analizó la situación y entabló un silencioso diálogo con el toro que derivó en toda una lección magistral que enamoró a la plaza.

Su muleta es poderosa, que imanta y templa las embestidas del toro, y, de uno en uno, fue desgranando muletazos por ambas manos preñados de profundidad, buen gusto y desbordante torería. Consintió al toro, lo enseñó y explicó a la concurrencia cómo se puede hacer una obra de arte con pocos pinceles.

Hubo naturales de ensueño, arrancó la música, se metió entre los pitones del noble animal para animarlo a seguir la corriente de una labor medida, honda, extraordinariamente sentida y degustada. Fue un lío de los que se paladean con gusto por inesperado y bello. Y mató de una estocada, por lo que paseó una merecida oreja entre el alborozo general.

El resto de la corrida no tuvo historia.

Al primero de Luque, que permitió el lucimiento en banderillas de Iván García y Jesús Arruga, le faltó el brío necesario para esbozar una faena.

Y quizá el más potable de la tarde fue el que abrió plaza, al que El Juli recibió con unas verónicas aceleradas y José Núñez Pilo banderilleó primorosamente.

Llegó con clase y ritmo a la muleta, y el torero lo muleteó con su habitual poderío, de modo que los pases aparecieron mecánicamente, y faltos del duende esperado. La faena no levantó el vuelo, y aunque fue amenizada por la música, resultó larga y tediosa; es decir, que con la excepción de una buena tanda final de derechazos, destacó más el toro que el torero.

La mayoría del público pidió un trofeo para El Juli, pero el presidente, tan dadivoso otras tardes, se tornó exigente y se ganó una buena bronca. El cuarto toro no le gustó al torero, exigió que entrara tres veces al caballo y lo mató mal a las primeras de cambio.

Y Pablo Aguado quemó sus naves (esta era su última corrida de la feria) sin que pudiera esbozar una sonrisa de satisfacción. Se lució con el capote en sus dos toros; mejor en el sexto, al que recibió con cinco templadísimas verónicas y una espléndida media, y un breve quite por delantales en el tercero.

Pero este primero era un animal que desparramaba sosería y aunque hubo limpieza en varios muletazos, prevaleció el aburrimiento.

Y el sexto, que era el último cartucho, desarrolló complicaciones varias, embestía con la cara a media altura, se revolvía en un palmo de terreno y no le permitió estar a gusto a un torero que expresó más dudas de las necesarias. Solo al final enlazó cuatro derechazos muy estimables, pero a esas alturas ya estaban los ánimos en otra parte.

Decepcionó La Quinta en su presentación en La Maestranza, y quedaron patentes dos cuestiones: no es una ganadería torista, pues los toros desbordaron bondad y muy escasa fortaleza, y que, como toda su generación, son toros para la muleta y no para la lidia completa. Se emplearon en los caballos, y ahí se dejaron todo el aliento.

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  • Antonio Lorca, prestigioso crítico taurino del influyente diario español El País 

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