En Pamplona… El predecible fracaso de Antonio Ferrera

José Mata 14 julio 202215 julio 2022 España, Por José Mata

Pamplona. Jueves 14 de Julio, 2022. Décimo y último festejo de la Feria del Toro 2022. Lleno. Toros de Miura, correctos en presentación, tan mansos como deslucidos, no pelearon en caballos -se estrellaban en el peto y quedaron a dormir el sueño de los justos- broncos.

Antonio Ferrera: Silencio, oreja, silencio tras aviso, ovación, silencio y oreja.

Detalles:

Al finalizar el despeje de cuadrillas fue llamado al tercio para escuchar una ovación a la que invitó a ser partícipes a toda la cuadrilla que le acompañó.

__________________________________

El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera”. Alexander Pope

Advertencia: Siempre es oportuno advertirle tanto a ganaderos como a toreros que esta crónica no es apta para ellos, porque aquí no aparecerán ni los falsos elogios ni las inútiles justificaciones para acomodar todo en una artificiosa ficción y así dañar al arte del toreo. Para ello, existe la prensa corrupta, la que enaltecerá el engaño e intentará convencer a la buena fe de los lectores de lo que no ocurrió en el redondel. Bajo advertencia… no hay engaño.

El fracaso que ha experimentado, Antonio Ferrera, este día en su encerrona… era predecible. Es posible que en un acto de arrebato, en un momento irreflexivo, haya decidido enfrentar a seis miuras como si se trataran de unos animalitos bobalicones.

Que sus dineros por los honorarios de este fallido festejo los va a donar a la Casa de la Misericordia, eso es muy bueno, plausible y se reconoce. Sólo que alguien que hace este tipo de actos benéficos, actos de una bondad infinita, de un altruismo a toda prueba; no lo anda diciendo a todas hora y a todo el mundo.

Todo lleva a concluir que nunca existió el sólido objetivo lógico y realizable, que siempre debe acompañar a un proyecto, para conquistar el éxito. Sin este -el objetivo- todo va hacia la debacle, como le ocurrió al señor Ferrera, quien merced a su histrionismo circense, la gente no le da la seriedad que merece.

¿Qué demostró ser valiente?

Lamento decirle al señor Ferrera, que todos, absolutamente todos los toreros son valientes; es una cualidad inherente e imprescindible para poder estar en tan difícil, muy difícil profesión.

Vaya, ya tiene otro punto menos -de los muchos que lamentablemente sumó- en su fracasada encerrona.

¿Que no sabía cómo iban a salir los miuras?

¡Señor Ferrera!

¿En qué planeta vive?

Si bien es cierto que la encerrona fue el total fracaso, sobrevino uno de mayor consecuencia por la falta de la necesaria autocrítica y de la seria reflexión…

… seguirse engañando y pretender hacer creer a los demás que fue una corrida donde el triunfo estuvo presente, eso no lo convierte en verdad ni lo hace realidad.

Queda claro entonces, que el señor Ferrera podrá engañar a todos, menos a sí mismo… y si eso ocurre -engañarse a sí mismo-, estará perdido en la nada y no habrá nada qué hacer.

Que le dieron dos muy benévolas orejitas -una en su segundo y otra en el sexto- fue la evidente consecuencia de la gran compasión que seguramente le causó la debacle al Presidente.

Cuando iban saliendo los miuras, apareció en el archivo de sastre de la memoria la celebérrima frase:

“Todos los toros tienen su lidia”.

Sólo que el señor Ferrera nunca la encontró en los seis mansurrones que pisaron la arena pamplonesa.

Se pasó intentando pasar a todos con ambas manos, como si eso fuera lo conducente, sin embargo, la realidad le exclamaba que no le asistía la razón.

Con su primero un suspiro ha estado con la muleta, decidió abreviar y dejó una estocada habilidosa y defectuosa a lo que tuvo que agregar un descabello.

Con su segundo que iba caminando… sí caminando con la cara alta deslucido, algunos pases con la derecha que estuvieron carentes de contenido, por lo que hizo uso -o mal uso- de sus habituales recursos histriónicos que se parecen más a lo circense. Espada casi baja y el Presidente en su bondad infinita, le regaló una oreja.

Con el manso y complicado tercero, simplemente abrevió y después de media docena de pinchazos un bajonazo. Todo hizo ver que el señor Ferrera no se salía de la suerte… “huía”.

Al cuarto que hasta en cuatro ocasiones huyó del caballo recibiendo sólo picotazos por todas partes. El toro se prestó para el toreo con la mano derecha, aunque asistía con la cara alta y con un caminar muy lento.

No obstante, al señor Ferrera le faltó aguante para sacar más provecho de ese oasis que apareció, en medio del desierto que impuso la mansedumbre. Emulando al toreo cómico de hace casi un siglo, se fue de tercio a tercio para poner la estocada pero quedó contraria baja y al no ser de efectos mortíferos, aparecieron más de media docena de descabellos.

Con el quinto que resultó un inválido, como era de esperase se defendió. El señor Ferrera insistió en darle pases con ambas manos en donde siempre fue alcanzada su muleta. Otra vez fatal con espada y descabello.

En el sexto, para ese episodio todo ya estaba hundido en el fracaso, había algo que hacer para mover con estridencia a las masas. Al señor Ferrera le urgía una orejita para salir por una puerta grande que no sustenta nada.

Así que haciendo uso de su habilidad circense, en donde el lema es muy conocido… circo, maroma y teatro. Después de no dejar nada con la capa decidió fungir como picador.

El acto circense, lo cómico, la puerta falsa por encima de la grandeza y la verdad del arte del toreo.

Así que le puso, el gran subalterno, Iván García, en suerte al miura y… lo picó pésimo, un delanterísimo picotazo -que no puyazo- y un segundo encuentro en donde no pudo hacer nada, no acertó.

Después de deambular en medio de la evidente derrota con la muleta, el señor Ferrera, dejó un bajonazo. La realidad mostraba estentóreamente el fracasó en la encerrona, porque no hubo ninguna aportación al arte del toreo. Y en medio de la imagen de desesperación que proyectaba, el Presidente tuvo tanta compasión que autorizó una orejita de un valor tan mínimo que no sustenta nada.

Tan pronto los costaleros levantaron al señor Ferrera en sus hombros, se escuchó que algunos cantaron El Rey de José Alfredo, cosa inusual en estos menesteres; sin embargo, muestra una administración que está adelante del torero, porque al margen de que se escucharon tan fuera de cacho como una moneda de tres dólares… esto nunca lo habíamos visto en Pamplona.

¡Vamos! Ni en el sólido triunfo de Roca Rey cuando toda la plaza estaba totalmente entregada con el artista peruano.

Se abrió la falsa puerta grande, ojalá y ahora halle, Antonio Ferrera, el camino hacia la puerta de la verdad, la puerta de la reflexión, la puerta de la autocrítica. Sólo así podrá entender lo que en la realidad ocurrió en su muy fallida, fracasada encerrona.

¡Dígase la verdad… Aunque sea motivo de escándalo!

___________________________________________