Crónicas

En Colmenar Viejo… Francisco de Manuel a hombros en el día de su alternativa con Roca Rey

Colmenar Viejo (Madrid). Plaza de toros La Corredera. Lunes 30 de agosto 2021. Tercera de la Feria de Ntra. Sra. de los Remedios. Se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo y uno de Domingo Hernández (2°bis). Lleno en el aforo permitido.

Morante de la Puebla: Silencio y oreja.

Andrés Roca Rey: Ovación y dos orejas.

Francisco de Manuel, quien tomó la alternativa: Ovación y dos orejas.

Detalles:

Dos orejas le cortó al sexto De Manuel, saliendo en hombros con un Roca Rey que desorejó al quinto, Morante paseó una oreja.

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La localidad madrileña de Colmenar Viejo celebraba, este lunes, la tercera de abono de la Feria Taurina de Ntra. Sra. de los Remedios, un festejo en el que Morante de la Puebla, Roca Rey y Francisco de Manuel -que tomaba la alternativa- hicieron el paseíllo para después lidiar una corrida de Núñez del Cuvillo.

Al toro de la ceremonia, melocotón de buena hechura, lo lanceó con brillo Francisco de Manuel, que volvió a lucir en el quite por chicuelinas y tafalleras, bellamente coronado con una cordobina y una larga muy vistosa. Bien en la estructura el toricantano, que dejó un inicio fulgurante de rodillas, con espaldinas en los comienzos y trincherazo para el remate.

Lo mejor fue el trazo desmayado y puro con que demostró su serenidad Francisco, siempre vertical y con mucho poder en el trapo ante el escaso poder del de Cuvillo fue la raza su carencia, porque tuvo calidad en las arrancadas que ofrecía, forzosamente ralentizadas por su carencia en lo físico. Muy despacio hizo la suerte el local para dejar una estocada hasta las cintas que el mal uso del descabello dejó en ovación.

Cuando salió el sexto ya se había hecho de noche. Por eso y por captar la atención saludó Francisco de Manuel al colorao de rodillas y a la verónica, para levantarse después y dejarle tres lapas de categoría máxima. Muy firme y con mucho valor se echó el capote a la espalda para pasarse muy cerca al Cuvillo por saltilleras ceñidas.

Con la muleta tuvo claro desde el inicio que había que apretar, pero también que había que conservar la mayor virtud del toro: la acometividad. Por eso buscó y encontró el equilibrio entre la exigencia y la ayuda con la diligencia de un veterano, a pesar de ser el día de su doctorado.

A menos se le vino el toro en el epílogo, completando el trasteo con un arrimón de sincera exposición para asustar y llegar a las dos orejas que le hacían falta. Aún hubo tiempo para jugarse la barriga ciñendo manoletinas, y para que sonase un aviso antes de la estocada que certificó las dos orejas.

El segundo, débil y justo en la raza, fue devuelto ante las protestas del tendido, y salió en su lugar un sobrero más basto y peor hecho que nunca tuvo entrega y en ocasiones acusó también la falta de celo. Desistió Morante de torear con la capa, confiando quizá en su capacidad para pulirle los defectos.

Y casi lo logra con un animal que, sin embargo, repuso, se quedó reservón y se negó a ir más allá de los embroques. Hasta que llegó un momento en que cerró la persiana. Muy bien de actitud un Morante que lució con sus dotes de lidiador. Pero no pasó del silencio.

El cuarto era un colorado bajo y armónico que la quiso por abajo en el capote de Morante para que dejase el sevillano dos momentos de gran compás; uno en el saludo a la verónica, y otro en el quite, por el mismo palo, pero con el toro más templado.

Y fue una lástima la escasez de fuelle y de raza del animal, porque tenía cierta calidad en la humillación, que fue la que aprovechó Morante para construirle una faena de buena estructura, si bien le faltó continuidad por la falta de poder del Cuvillo. Lo mató de estocada entera y paseó una oreja.

Roca Rey tardó poco en amarrarse al suelo para soplarle cordobinas de salida al castaño tercero. Pero llegó a la muleta con poca entrega y definición justa, y fue el peruano el que tuvo que proponer, con más decisión que tersura en los trastos. Terminó en terrenos de cercanías, invadiendo el sitio de un toro ya mortecino y sin vida al que nadie le daba importancia. Ni siquiera él. Pinchazo y estocada baja sirvieron para pasaportarlo sin gloria. Ovación.

Al quinto salió Roca arreado para el triunfo, y se empeñó en levantar una tarde que no terminaba de tomar vuelo. Quitó por chicuelinas y tafalleras y lució la movilidad en la distancia del Cuvillo, que tenía más codicia que clase en la embestida. Había que limpiar y amarrarle al suelo la intención después de los cambiados de rodillas, que despertaron a un tendido ligeramente aletargado a esas alturas. Fue todo poder con el toro, que iba y venía con transmisión y que acudía pronto a los cites, todo lo contrario que habían hecho los demás. El estocadón con el que coronó la obra preludió el paseo del doble apéndice.

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