Reportajes

Ganadería Camponuevo, 40 años forjando toros bravos en el Perú

Un verdadero ganadero piensa en el toro, vive para y por el toro, porque para conseguir un comportamiento con bravura homogénea del gusto del ganadero, se debe seleccionar manteniendo la cabeza fría, sin escatimar esfuerzo alguno y, sobre todo, dedicando a ello mucho, mucho tiempo…”

Precisamente tiempo, pero también muchísima afición y paciencia, es lo que ha destinado para forjar su ganadería el maestro Rafael Puga Castro, matador de toros y figura nacional de los ultimos años de la década de los setentas y de gran parte de los ochentas en el Perú, que se vistió de luces obligado por las circunstancias políticas al ver arrebatada la ganadería familiar fundada por su padre, don Rafael Puga Estrada, dueño de La Pauca y hacendado prominente.

Luego de una importante trayectoria como matador de toros en el Perú y por España, a donde lo llevaron  los hermanos Dominguín logrando acumular una veintena de actuaciones en poco más de dos años, decide retornar a su tierra para conquistar el codiciado Escapulario de Oro del Señor de los Milagros en la feria nazarena del año 1973. Hazaña nunca antes alcanzada por diestro peruano.

Siguiendo la estirpe familiar, una vez alejado de los ruedos de manera oficial, el año de 1981 funda la Ganadería Camponuevo sobre la base de vacas del hierro paterno de La Pauca y dos sementales españoles de El Campillo, para pocos años después eliminar todo lo primero y reemplazarlos con vacada de la también renombrada Yéncala.

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Ganadero Rafael Puga Castro (PeruToros)

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De allí la novísima ganadería se incrementó con ejemplares de Santa Ana, sangre Torrestrella y Jandilla, esta última a través del semental Dormilón que le cediera su hermano el ganadero Roberto Puga, para derivar hacia lo que actualmente mantiene, pura línea de encaste Domecq, por un lado vía la ecuatoriana de la familia Cobo, procedencia Jandilla; y por otro con reses nacionales de procendecia Torrestrella, aportándoles ese temperamento que caracteriza a sus pupilos.

Asentado en tierras donde la estribación andina se anticipa al desierto costeño, en medio de  la Irrigación Santa Rosa,  Huaura, al norte de Lima, de cuyo subsuelo el agua fluye inacabable, la finca de Camponuevo alberga las reses bravas que tras estos primeros 40 años ha impreso un nombre indeleble en la cabaña nacional.

Pero también acoge al fino ganado caballar peruano de paso. Ese majestuoso, grácil, elegante y dócil caballo emblema de la tradición peruana; como de igual modo, galpones de gallos de pelea campeones, que junto a los bóvidos de lidia, unen en un solo lugar y con una misma dedicación, tres vertientes de la vasta tradición cultural peruana.

Aunque indudablemente, el lado taurino prima en la mística y sentimiento del maestro criador cuyo hato bravo forjó con tenacidad y mucho esfuerzo. Hecho acaso no posible sino mediara para dicho logro una inmensa afición y voluntad personal ejemplificado en la propia palabra de su propietario, cuando afirma categórico que: “El ganadero debe dedicarse 24 horas a la ganadería, involucrarse en ella para conocer lo que aportan sus vacas y las familias de estas”.

El hierro de Camponuevo debuta con una novillada en la Plaza de Toros de Acho durante la Feria del Señor de los Milagros del año 1989, y presentándose con una corrida de toros, cuatro años más tarde en la feria de 1993; el 5 de diciembre, en la última de abono, que lidiaron Finito de Córdova, Javier Vásquez y Pablo Salas.

En cuanto a su morfología, las reses de este hierro presentan características definidas en su fenotipo como bajura de altura, cornamenta sin desmesura, lomos rectos, ejemplares entipados, de capas de pelaje presentando todos los matices en negros, zaínos, mulatos, habiéndolos también burracos y los gargantillos y meanos, como aquellos célebres burracos Dormilón, o Pirata que debe su nombre a que perdió un ojo a raíz de una pelea en el campo. Colorados como Palestino y chorreados como Murciano, y hasta alguno jabonero y melocotón los hay.

Son reses que imprimen temperamento a su comportamiento que a contrario de lo que suponga toda la extensión del término, a decir de su propietario: “…busca también esa cuota de toreabilidad que guste, siempre que no sea exagerada puesto que un toro si no transmite emoción, esa sensación de peligro, pierde su encanto”

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Toro zaíno característico de Camponuevo

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Nada más ajustado a la realidad cuando observamos  a los pupilos de este hierro, por sí, ejemplares con transmisión, enrazados y con esa cuota de “picante bueno” al que aludía un pedagógico Alvaro Domecq. Resultará por eso que los de Camponuevo no son los llamados peyorativamente bobitoros adomecqñados de cuya estigmatización popular se despercude su propietario procurando toros exigentes para toreros cuajados, con oficio, a los cuales al primer muletazo hay que saberse colocar y embarcarlos en su embestida.

Esta divisa saca mayormente utreros, que salvo en temporada de feria en Acho, es lo que más se sueltan en las provincias del país con algunas excepciones de ferias importantes. A nuestra interrogante de por qué esa decisión, el ganadero nos termina de explicar que:

La gran demanda de reses bravas está en el interior del país, en plazas de mucha altura donde toros muy pesados se apagan, por eso preferimos lidiar utreros de entre 420 kilos en promedio, que no pierdan movilidad y lleguen perfectamente al último tercio bajo esas condiciones”

Camponuevo lidia con mucha demanda en el interior del país, y salvo aquel episodio marcado por el desdoro de su vuelta a Acho tras 22 años, —donde nunca quedó claro lo sucedido con el encierro que previo al sorteo arremetía furioso a los burladeros de los chiqueros, inexplicablemente el juego dado en el ruedo no fue el esperado tejiéndose sinnúmero de conjeturas y especulaciones hasta hoy—, sabe más de logros y satisfaciones. No por casualidad, los sobreros de ese encierro dieron nota extraordinaria al año siguiente en Santa Cruz, Cajamarca.

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Toreros hermanos, Fernando y Andrés Roca Rey

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Puesto que muchos de sus pupilos han dotado de palmarés al hierro, como el de Canastero que indultara el matador Fernando Roca Rey en todo su apogeo en una corrida en Puente Piedra. Este toro, hijo de Campero, padreó tras ser indultado por el entonces primera figura nacional, nada menos que hasta los casi 17 años que vivió.

También indultados fueron por los diestros David Gil, un toro mulato N°34; Juan Carlos Cubas (Palquero); Cristóbal Pardo (Palestino); Emilio Serna (Murciano) y Paco Céspedes (Escritor y otro Catalino), entre otros.

Al día de hoy, el futuro de Camponuevo se aquerencia entre el bucólico entorno campestre matizado de buganvilias y azahares bajo las apacibles sombras de los eucaliptos, proyectándose perdurable a través de las hijas del ganadero, Ana Belén, Mariana y principalmente en Marisol, la mano derecha de su orgulloso padre quien le ha delegado el manejo administrativo y publicitario de la ganadería porque como afirma el maestro: “Tras cuarenta años que son toda una vida, tener a alguien tan tuyo a tu lado con la misma pasión y afición, representa por sí sola una inmensa bendición”

Marisol Puga, ya asiste a su padre en los tentaderos tomando notas y hace apuntes de las vacas tentadas. Prácticamente es la anfitriona de la finca y espera termine por fin esta pesadilla recaída por la pandemia para, siempre con su contagiante sonrisa, acompañar a los visitantes hacia la Cruz que como antes de iniciado este tiempo pandémico que nos azota, cada mayo, prodiga bendiciones familiares en Camponuevo.

Reconocida por ser simiente de ganaderías y de haber forjado toreros nada menos como la máxima figura mundial Andrés Roca Rey que tuvo en esta ganadería la oportunidad de pararse por primera vez frente a una becerra, nos quedamos con estas frases de algunos personajes del toro quienes mejor conocen de ella, como son José Ignacio Bullard que afirma categórico “Camponuevo es la casa más taurina del Perú, donde aprendí a respetar y amar al toro de lidia”; a lo que ratifica Manuel González agregando que “Camponuevo es el santuario del toro bravo del Perú”

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               –  Roca Rey con el maestro Rafael Puga

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Consideración que parte bajo la determinación de un hombre del toro, su forjador, o más bien como nunca mejor dicho en palabras de Constantino Romero, locutor del canal de toros de Castilla La Mancha refiriéndose al maestro Rafael Puga, como “el hacedor infatigable del taurinismo peruano, comprometido de por vida con el toro y el toreo”.

¡Enhorabuena Camponuevo por estos primeros 40 años!

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