Opinion

La voz de Jaime Sierra… La suerte de varas se ha devaluado

¿Qué ha ocurrido con el arte del toreo? ¿Se ha devaluado? ¿Lo han estado devaluando por partes? ¿Al menoscabar al toro bravo se ha devaluado al mismo tiempo la corrida de toros?

Preguntas que nos llevan a reflexionar, si un sistema decrépito eso ha hecho de la Fiesta cuando gozaba de cabal salud, veíamos las plazas llenas y se permitió que las llamadas figuras menoscabaran no sólo al toro bravo, sino con ello a la esencia del arte del toreo.

Ahora, en estos momentos de reflexión que nos ha dado la pandemia me ha venido insistentemente a mi pensamiento que la otrora exultante suerte de varas se ha convertido en un mero trámite y ya no es sinónimo del bien torear; una suerte importantísima, que además sirve para mostrar y demostrar la bravura de un toro.

En la búsqueda del toro artista, del toro cómodo para el torero, se ha perdido la bravura y por ende la otrora caballeresca suerte de varas, que a más de ser exigente es totalmente necesaria para el buen desarrollo de una faena.

En una época cercana los varilargueros pisaban fuerte dentro del ruedo siendo respetados hasta por los mismos matadores, tan es así que debido a la importancia de su labor dentro de la faena se ganaron el derecho de vestir de oro en el bordado de sus chaquetillas, mostrando así su jerarquía dentro de las cuadrillas.

Hoy en día (salvo en Francia) es poco común ver a un Señor Picador realizar la suerte de varas con prestancia y torería.

Torear a caballo dejándose ver desde lejos para provocar la embestida del burel y cuando lo logra, lanzar la vara para engancharlo antes de que el toro llegue al peto clavando la puya en la parte final del morrillo, en todo lo alto, aguantando el empuje en lucha franca y sin ventajas, soltando la reunión en el momento del quite para que vuelvan a colocar por segunda ocasión al auténtico toro bravo, que seguramente embestirá con alegría regalándonos la belleza del primer tercio.

Cuando logramos ver esto en el ruedo la emoción se contagia y no se hace esperar el reconocimiento de los aficionados a ese torero que viste de oro y es fundamental para el desarrollo del segundo y tercer tercios.

La suerte de varas bien hecha tiene dos grandes vertientes, sirve para probar la bravura del toro pero además ahorma, descongestiona y atempera las embestidas, haciendo que descuelgue la cabeza evitando los cabezazos en el desarrollo de la faena.

Pero, ¿en qué se ha caído?

La figura del picador y por ende la suerte de varas se ha devaluado hasta llegar a ser una simple comparsa y cómplice de los caprichos de algunos toreros.

Monta cabalgaduras exageradamente protegidas con enormes petos que más parecen tanques de artillería pesada, coloca su caballo casi pisando el primer círculo concéntrico y espera a que le estrellen al relance a un toro escaso de bravura que se niega embestir para después taparle la salida y corregir el puyazo que generalmente clavan trasero entre la rechifla del respetable.

En ocasiones barrenando o bombeando a mansalva dando vueltas alrededor del astado logrando castigar en exceso a un animal escaso de casta y bravura, que terminará embistiendo como borreguito y rajándose pronto en una faena sin transmisión ni emoción.

Es triste escuchar como en ocasiones los picadores son chiflados desde que aparecen en el ruedo.

En este punto debo señalar que se debería de revisar y corregir los reglamentos taurinos en México en cuanto al tamaño de las puyas que se usan y esto lo digo porque en una ocasión fui testigo de la curación de un toro indultado y pude ver como las pinzas de curación envueltas en gaza entraban entre 20 y 25 cm en el agujero del puyazo.

El mismo veterinario me explicó que con el empuje del toro y del brazo del picador las heridas se hacen más profundas a pesar de que las puyas tienen la cruceta.

Ahora bien, ¿por qué se ha caído en esta devaluación de la suerte de varas?

La Fiesta de toros ha ido convirtiéndose en fiesta de toreros en donde la suerte de varas es un mero trámite y yo diría en proceso de extinción.

Los llamados figurines han exigido el toro cómodo, el toro cooperador para que el figurín toreé a gusto, como dicen, “sintiéndose”.

Mientras, los ganaderos, sobre todo los de las llamadas ganaderías comerciales les han proporcionado toros mansos, descastados, débiles, que muchas veces los figurines tienen que perseguir por el ruedo para evitar se rajen, dando así un espectáculo que más pareciera de entrenamiento o toreo de salón, aburrido, sin emoción y por eso las entradas a la baja.

¡Qué triste espectáculo!

¡Esto no es la suerte de varas!

¡Esto no es un toro bravo y encastado!

¡Esto no es un verdadero lidiador!

¡Esto no es la Fiesta de Toros!

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