Opinion

En la Opinión de Pepe Mata… Los pésimos ganaderos que ofenden al toro bravo quieren ‘modernidad’

En la Opinión de Pepe Mata

A pesar de haber tenido la oportunidad de estar frente al mejor maestro, nunca le prestaron la atención, porque no tuvieron la inteligencia de comprender su sabiduría ni la capacidad para valorarlo”.

Como todo en la viña del Señor, existe gente mediocre que trata de justificar su fracaso inventando supuestas ‘modernidades‘ que no les exonera de su irresponsabilidad. Como ocurre con ‘ciertos‘ ganaderos de lidia; sí sí, tan mediocres que a pesar de haber tenido la oportunidad de estar frente al mejor maestro, nunca le prestaron la atención necesaria, porque no tuvieron la inteligencia de comprender su sabiduría ni la capacidad para valorarlo.

Cosas veredes.

Hasta donde se entiende, todos los ganaderos de toros de lidia deberían de ser, un día sí y otro también, los guardianas de la casta y la bravura; pero no…

… no es así.

No es así.

Los ganaderos comerciales han suprimido lo que es fundamental para la Fiesta… el toro bravo y encastado; cuando la realidad exclama y reclama que a los que sí habría que suprimir, son a todos esos ganaderos que ofenden la verdad del toro bravo.

Estos ganaderos comerciales, han claudicado e impuesto una Fiesta de mentiras, de miserias, para favorecer a la comodidad de los figurines, en donde el otrora toro bravo y encastado, sea simplemente una especie de ovejita sumisa y obediente

… que acuda a capote y muleta, en medio de un océano de gordura -para darle supuesta presencia- con docilidad franciscana.

Esto provocó, evidentemente, el hartazgo del gran público ante un espectáculo carente de verdad.

Los animalitos que crean -no crían- porque los ‘inventan‘ los ganaderos comerciales a través de las modificaciones genéticas en los empadres, no ofrecen ni emoción ni una aportación real en el orden estético y artístico.

En este contexto tan lamentable, se tienen necesariamente que cuidar a todos esos toros tontones, gordones e inválidos, que apenas y pueden caminar unos pasos y acaban derrumbados por las arenas del mundo.

Justo por eso, se fue requiriendo reducir los tercios, y con esto, la verdad de una Fiesta que alguna vez fue brava.

El tercio de capote ahora tiene que ser un suspiro, para cuidar al toro y no obligarlo mucho, porque se puede desgastar, y con ello, llegar agotado al tercio final.

Y las miserias taurinas justifican esta deplorable escena -con lo poco que se puede hacer- afirmando que “… hemos visto maravillosos detalles”, cuando las grandes obras de arte son un intenso universo.

Al  tercio de varas, por tener un bobitoro debilucho, lo convirtieron en una mera simulación.

Una parodia.

¡Sí!, en una aberrante simulación en donde participa el bobitoro que no pelea, que rehuye al caballo, que da violentas cornadas arriba del peto o al estribo, con el fin de deshacer el encuentro y salir huyendo; o bien, la sumisión le obliga a quedarse a dormir el sueño de los justos en el peto.

Nada que ver con la auténtica y grandiosa suerte de varas.

En medio de este desastroso panorama, estos ganaderos comerciales, reviven la petición de la reducción de la puya, para justificar…

… otra justificación para la mediocridad, al toro mansurrón porque no pelea.

Sobre esta reducción del tamaño de la puya al tamaño que se usa en España, siempre estuve de acuerdo, porque todavía en los años 60, 70 y 80 existía un toro bravo que sustentaba un gran tercio de varas.

Un toro que se arrancaba de largo y peleaba; incluso, era tan codicioso y de embestidas tan fieras que iban a dar hasta el callejón los picadores. Pero esa petición nunca acabaría implementándose.

En la actualidad, el problema en este tercio de varas no es el tamaño de la puya -porque es un simulacro esta suerte-, sino el descastamiento y la mansedumbre que habita en las dehesas comerciales, las predilectas de los figurines y las que imponen para estar cómodos.

Los empresarios han tenido que sucumbir ante las imposiciones de los figurines, y eso podría tener cierta justificación -que siempre será reprobable- cuando llenaban las plazas de toros, pero por estas engañifas, hace casi dos décadas que estos comodines ya no llenan los cosos, al margen de que no permitieron que la Fiesta evolucionara.

Disminuir o no disminuir el tamaño de la puya en la actualidad es lo mismo, porque de este tercio que fue vigoroso y emocionante, se hizo una simulación, una parodia.

Lo que deberían de hacer todos esos ganaderos comerciales es devolverle al toro su casta y su bravura disminuidas.

Reitero, no habría que suprimir los tercios sino suprimir a los ganaderos que ofenden a la grandeza del toro bravo.

¡Eso sí que sería un gran aporte!…

… y provocaría que regresara mucha gente a los tendidos.

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Foto: Juan Ángel Sainos

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La gente se fue de la Fiesta no porque les dejó de gustar o interesarles, ni porque haya “sangre” como ahora pretenden justificar los ganaderos deshonestos a su mediocridad.

La gente se ausentó de las plazas por la falta de verdad en la esencia del arte del toreo. Porque ya no hallaron en los ruedos al toro bravo y encastado.

La Fiesta Brava… dejó de ser brava.

Ese es el problema real.

En este lastimoso contexto estos ganaderos comerciales, proponen una ‘modernidad‘ para la Fiesta; no obstante, la gente menos acudiría, porque el público es sabio y no es tonto como suponen estos deshonestos.

No hay verdad… no hay para qué ir.

La gente, el gran público, quiere vivir intensamente su Fiesta.

Ver un luminoso tercio con el capote, en donde el toro se arranque con poder y acuda a los capotes de los toreros provocando emoción al ver como ese torero aguanta la tremenda embestida y la va conduciendo hasta hacerse del codicioso astado y así aparecer mágicos, bellos, intensamente bellos, momentos escultóricos.

Ver un poderoso, absolutamente poderoso tercio de varas, en donde se ponga en suerte al toro de largo, y se elimine eso de dejar al burel abajo del peto del caballo.

Sí, que se ponga en suerte antes del dibujado círculo externo concéntrico en la arena, para que desde ahí se arranque en un primer encuentro, sin que abuse el picador del multipuyazo.

Tras la primera contienda, volverle a poner en suerte a mayor distancia y verle pelear de nuevo con fuerza inaudita en el caballo; y si es preciso, situarlo en los medios para admirar desde ahí como ilumina a plenitud la casta y la bravura al redondel.

¡Eso quiere ver el gran público!

¡Un gran tercio de varas!

Lo que no quiere ver el gran público es…

… a  esas adormiladas, dulces, obedientes y sumisas ovejitas campiranas, que sirven para la comodidad de las miserias taurinas.

Y en el tercio final, con la muleta, emocionarse por ver a un héroe investido de torero -oficiando de acuerdo a la liturgia- cómo domina la embestida que sustenta la casta y la bravura, produciendo así el rito mágico de la tauromaquia, y una vez dominada la casta y la bravura…

… transfigurase el héroe en artista para crear inmensos, enloquecedores, luminosos momentos escultóricos inmersos en la cadencia, el ritmo y la armonía.

¡Eso quiere ver el público!

Pero…

… pero, esos ganaderos de mansos y descastados bovinos, de bobitoros, para justificar su mediocridad pretenden inventar la supuesta “modernidad”, que ofrezca un supuesto “panorama más amable” por aquello de la “sangre derramada“.

¿Por la “sangre derramada” el público no va a las plazas de toros?

¡Por supuesto que no!

Eso es sólo la justificación de la mediocridad.

El gran público no va a las plazas por los ganaderos sin ética e irresponsables, por los toreros sin ética e irresponsables, quienes se olvidaron de que la Fiesta es grandeza.

¿En todo este deplorable escenario al que han llevado a la Fiesta habrá una luz al final del túnel?

¡Por supuesto que sí!

¡Por supuesto que sí hay ganaderos honorables que respetan al toro bravo y encastado!

¡Por supuesto que sí hay toreros honorables que respetan y enfrentan al toro bravo y encastado!

Sólo que no los ha dejado pasar desde hace años el corrompido sistema…

… ¿o ya se olvidó todo el daño que hizo el ‘ogro’ de La México y que sigue persistiendo?

La gente quiere ver un espectáculo pleno de verdad.

El ejemplo lo tenemos en Madrid, cuando se anuncia en Las Ventas una corrida de Victorino Martín se agotan las localidades, porque el público va a ver la esencia de la Fiesta.

El toro bravo y encastado.

Si la “sangre derramada” fuera el problema en los espectáculos, se lo tendrían que decir a los grandes y multimillonarios cineastas que han hecho de la “sangre un común denominador en sus películas…

… por ejemplo, en la saga de los vampiros en Crepúsculo, en donde la sangre aparece por todas partes como exquisito y mágico manjar extraído tras clavar sus afilados colmillos a cientos de jugosos seres humanos.

Por ejemplo, en la saga de Harry Potter, en donde incluso en La Cámara de los Secretos escriben por las paredes con rojísima sangre humana las amenazas del malvadísimo y sanguinario Lord Voldemort.

O, bien, la saga de Misión Imposible en la que hay tanta sangre que, incluso, en Repercusión aparece como un oleaje casi interminable desde que inicia.

Y, sin embargo, la gente, el gran público convirtió a estas películas en las más vistas.

Porque la gente no va a ver la sangre derramada, eso es un hecho.

La sangre es parte de la vida de todo ser humano y es tan común como anecdótica.

La única solución que se ve para la Fiesta, para el arte del toreo, tras esta pandemia, está en devolverle a plenitud la verdad representada por:

El toro auténtico (bravo y encastado) para el torero de verdad (el héroe que lo enfrenta con honestidad y serena inteligencia, tras dominarlo se transfigura en artista para regalar merced a su inobjetable sensibilidad, momentos escultóricos intensamente bellos).

¡Sí! ¡sí!…

… tendría que desaparecer el bobitoro al devolverle los ganaderos comerciales su casta y su bravura.

Los figurines -si todavía pueden porque ya están en tiempos de jubilación- tendrían que devolverle verdad y grandeza a su profesión.

Porque, sin lugar a dudas, toreros… ¡toreros! tanto experimentados así como jóvenes con gran porvenir, los hay.

¡Sí!, hay muchos, muchísimos, que estarían dispuestos a enfrentar la grandeza del toro bravo y encastado.

Devolverle la verdad a la tauromaquia ese es el reto…

… esa verdad que le ha dado lustre y grandeza a un arte tan mágico, mítico como trascendente, que posee su luminosa liturgia para consumar el misterioso, mágico y radiante rito llamado:

¡Arte del toreo!

Lo de más es lo de menos.

¡Dígase la verdad… aunque sea motivo de escándalo!

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Fotos: Philippe Gil Mir Philippillo

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