Crónicas

En Mérida… Toreo caro el de Garrido, las orejas para Colombo

Plaza de Toros Monumental Román Eduardo Sandia de Mérida, Venezuela. Lunes 24 de febrero de 2020. III corrida de la Feria del Sol. Con poco menos de un tercio de plaza (aproximadamente 4200 personas) en tarde soleada y fría al final de la misma, se lidiaron toros supuestamente del hierro de Los Ramírez (Ricardo Ramírez), en su conjuntos correctos de presentación aun cuando en l talilla se abultaron los pesos con las que fueron presentados, el cual ninguno se les evidenciaba con claridad el hierro de la divisa de procedencia, además de lucir números de camada no acordes, muy distantes del tipo de toro que ha venido presentado esta vacada en años anteriores; 1º, áspero, escaso de fuerzas, desarrollando genio; 2º, 3º y 5º, nobles con recorrido y a menos en la muleta; 4º y 6º, sosos y parados. El corrido en 3º lugar de nombre Nene, número 720 de 475 kilos fue premiado con la exagerada vuelta al ruedo a sus despojos.

Domingo López Chaves: Oreja y silencio.

José Garrido: Oreja y vuelta al ruedo tras petición.

Jesús Enrique Colombo: Dos orejas y oreja. Salió en hombros.

Detalles:

Destacaron en la brega Eduardo Graterol y Gerson Guerrero. Buenos pares de Ramón Contreras y Francisco Chico Paredes. Certero en la puntilla Eliecer Paredes.

Dos horas y 35 minutos duración de festejo, con retraso injustificado de 25 minutos para el comienzo del mismo.

Presidió festejo Omar José Quintero.

En el callejón se encontraba el Cardenal Baltazar Enrique Cardozo, quien recibiría los brindis del 1º y 2º toro del festejo.
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El último capítulo en cuanto a corridas de la edición de la Feria del Sol no escapa sin duda alguna de la polémica que muchos dirán que es estéril y no es ajena a un espectáculo como es la fiesta brava.

Y no lo es así.

Se corrieron toros de la ganadería de Los Ramírez, el cual para el ojo cubero de gente que conoce de esto, nada en tipo estaban a como está acostumbrado el joven y alopécico ganadero tovareño Ricardo Ramírez.

Cornalones, musculados, desarrollando genio, en cada una de sus embestidas, dejaban en evidencias las mentiras de sus responsables para de esta manera cumplir con el compromiso ferial de este año.

Delicado asunto, ante la complicidad así mismo de un palco presidencial totalmente supeditado a tal circunstancia que constituye un grave delito, que la totalidad de quienes se desgañitan por cuidar el “pasecito a callejón” no se atreven ni a mencionar siquiera en broma.

No vaya ser que no se lo renueven para futuros años. Así estamos, se tapan mentiras tan evidentes que dejan en evidencia el nivel de pudor que se tiene en nuestra fiesta brava para con el taurino y el aficionado que hace el esfuerzo de ir a la plaza por temporada ferial.

Los susodichos pupilos que intuimos jamás conocieron los potreros de la finca Monterrey en el páramo de Las Porqueras, dieron variedad de juego, siempre con el condicionante de venirse abajo en la muleta.

Con ello dejaron detalles de torería el veterano salmantino López Chaves en el que abrió plaza, se rebozo de torería un debutante José Garrido, el cual ha dejado estela para de nuevo con gusto verle de nuevo con garantías en cualquier plaza venezolana, a razón de lo bien que estuvo.

Y, por supuesto, sumaria su tercera puerta grande de la feria Jesús Enrique Colombo, haciendo lo que sabe hacer delante del toro, como es meter en vereda al público desde el capote, banderillas y muleta y rematar con la contundencia del que más, con la espada ambos trasteos. Se iría de nuevo en volandas y con ello el saldo artístico de ochos orejas en las tres tardes que se vistió de luces.

Abrió plaza un geniudo y falto de fuerzas astado, al que Domingo López Chaves ya vería como sería luego desde su mismo saludo por delantales, cerrado en tablas. Los tres viajes que le permitieron en el caballo le dejarían muy al límite de las fuerzas del burel, al que luego por alto iniciaría labor, primero por la derecha donde el astado permitía expresar muletazos de gran mérito, largos y templados, siempre cuidándole en su recorrido, a media alturita.

Superior por la zurda, en labor que luego se trucaría tras la espectacular voltereta que el toro le propinó al torero, señalándole el puntazo en la región glútea izquierda. Allí cambiaría el toro, tornándose gazapón y andarín, siempre al acecho de un descuido del torero para de nuevo ir por él. El pinchazo previo a la estocada entera y caída dio pie a que por petición del público se le concediera una oreja.

Poco pudo hacer ante su segundo DLC, el cuarto de la tarde, animal que tendría muy limitado el “gas” del recorrido. Sentado en el estribo comenzó faena muleteril, en la que intentó, se justificaría, pero poco calado tuvo ante el antagónico genero bovino que pechó. Los dos viajes con el acero le dejaron en silencio su labor.

Lo torero de la corrida y cuidado de la feria, vino en las manos del debutante extremeño José Garrido. Que expresividad y facilidad tiene con capote y muleta este joven coleta que vino a decirnos como se torea, el toreo que cala hondo en el taurino sabedor.

Así lo dejó en evidencia en el saludo con el percal del segundo, un toro propio para un festival a razón de sus cerrada cornamenta, cubeto para que tengan idea, donde se desgranó verónicas preñadas de gracia, rematadas con media de rodillas en los medios.

Tras pasarlo con medida sangría en el caballo, las caleserinas y la media chicuelina dejaron preparado el terreno para la sinfonía de toreo caro que nos ofreció JG en la muleta, a primeras por la derecha, llevando empapado de tela los noblotes viajes del morlaco, agradecido con el delicado trato, en comienzos y salidas, entre tanda y tanda. Era un espejismo a todo lo visto en la feria.

Por la zurda cincelaría una tanda de esas que sirven para enmarcar en el recuerdo y valga el termino, paladares exquisitos de buen toreo. La pena que la estocada trasera y desprendida y el golpe con el verduguillo dejaran en una oreja lo que había sido la obra cumbre de la presente edición.

Frente al quinto se repetiría lo antes señalados, en esta oportunidad, con un toro que más limitado recorrido tuvo, pero aun así dejó estar tan a gusto el torero que fruto de ello puede decirse que se vio desencajado en sus papeles, en las postrimerías de la misma, luego de incluso, la ración de toreo bueno ofrecido, hasta el lujo de permitirse un desplante acostado enfrente del toro.

Inmediatamente otro desplante a destiempo frente al toro lo encunaría, a punto de cornearle en el abdomen, lo que hizo que necesitara de dos viajes con el acero, y un descabello para ver como la posible oreja de justo calibre la cambiara por una vuelta al ruedo que supo a triunfo grande. Al final los taurinos comentaban las buenas maneras de un torero a quien de nuevo hay que ver.

Nuevamente la fortuna por la mañana dejaba en manos de Jesús Enrique Colombo uno de los toros más potables pero no el mejor del envío. Fue el tercero, animal noble y agradecido con la apabullante lidia que de capote, banderillas y muleta le ofreció JEC, toreándole sobre la mano diestra hasta el punto de exprimirle la última gota de bravura en su ser.

Banderillas en todos los tercios, muletazos de todas las variedades, formas y maneras, hicieron del trasteo un resumen de lo que ha sido la feria para el coleta taribense, quien no se ha guardado nada de sí para agraciar al público ortodoxo y heterodoxo en esto que llamamos toreo.

El rifle que tiene como espada, no vaciló en dejar en todo lo alto un volapié de catedra para cortar las dos orejas, y la presidencia al ver crecida la petición de más trofeos se inventaría la vuelta al ruedo al toro.

En el que cerró plaza, nuevamente una plaza entregada a JEC le izaría a dar nuevamente pie a su pirotecnia con capote, farpas y la pañosa, en especial por la mano diestra, el punto de apoyo de su repertorio, para colocar la plaza rendida a sus pies de nuevo, a pesar del escaso recorrido del toro y el poco contenido de la faena, a un toro también al que se le había zurrado en varas lo que ninguno en toda la tarde.

Nuevamente el espadazo en lo alto desataría la pañolada, y con ello el palco concedería la oreja que colocaba punto y final a una tarde, donde lo cuantitativo lleva el nombre de Colombo, pero lo cualitativo tiene nombre completo: José Garrido.

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@rubenvillafraz  

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