Crónicas

En Bogotá… Castella deja sin rúbrica una faena de quilates

Plaza de toros Santamaría de Bogotá. Febrero 2, 2020. Se dio inicio a la temporada taurina bogotana. Con casi tres cuartos de entrada y buen tiempo se lidiaron seis toros de los Herederos de Ernesto Gutiérrez Arango, que estuvieron bien presentados en general para el tipo de toro de la casa  aunque dispares en peso y presentación. Anovilladito el sexto. Protestado el quinto. Faltos de raza y sosos en sus embestidas la mayoría, les faltó fuerza. Fijo y repetidor el segundo aunque le faltó transmisión.

Morante de la Puebla:  Bronca tras dos avisos y división de opiniones

Sebastián Castella: Oreja y vuelta al ruedo tras aviso

Luis Miguel Castrillón: Silencio tras aviso y palmas

Detalles:

Nuevas cosas se vieron en la plaza, el despeje de una amazona previa a la salida de los alguacilillos, los tableros con pintas blancas en sus verticales, la bendición de un cura a los empresarios antes de empezar la corrida.

Pareó notablemente Jaime Devia

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Con cierta decepción bajaba el público bogotano por las escaleras que conducen de la explanada de la Santamaría a la séptima porque no pudieron ver nada de nada de Morante, torero que atrajo a bastantes seguidores que viajaron de varias ciudades del país para ver si se destapaba el tarro de las esencias.

No fue así, en gran parte por el comportamiento de los toros de Gutiérrez que hace rato andan sin encontrar el rumbo y también porque Morante se bloqueó demasiado rápido y no pudo superar las dificultades de los toros, misma película que en Lima, misma película que en muchas plazas.

Y eso que el público estaba dispuesto a corearle de todo porque se le esperaba realmente con mucho interés después de once años de ausencia.

Un inicio esperanzador en su primero en donde una verónica tuvo su sello en un conjunto más bien desigual, una larga con solera para dejarlo en el caballo y delantales con acento marcado evidenciaron que el de la Puebla tenía ganas, lo que se insinuaba en los corrillos desde el viernes que llegó a la capital.

Pero se llevó el peor lote de la corrida y no hubo como remontar su tarde que se hundió irremediablemente en la decepción. Es que no hubo un solo muletazo que se pueda destacar. Eso es lo que les termina pasando a las figuras de tanto exigir y resongar con los toros que van a lidiar y a enlotar.

Escasísima fuerza tuvo ese primero que se defendía por el derecho y que se quedó muy pronto también. Morante no tuvo paciencia y se fue por el estoque y dio un sainete de descabellos que enfureció al público, al que se le agotó la paciencia igual de rápido que a él.

En su segundo se sabía desde la salida del toro que no le había gustado, le pasó con asco en el capote, pero la vara de Viloria espabiló un poco al de Gutiérrez, aunque no se veía por donde Morante podía sacar algo hasta que vinieron unos aplausos cariñosos del público tratando de aupar al ídolo, que se dirigía hacia el abismo de un nuevo sinsabor, que le cambiaron el rictus por un instante.

Intentó por el izquierdo, algún apasionado seguidor le coreó el atisbo de un natural con gusto, pero era demasiado poco, el torito salía con la carita alta, sin rumbo, la división tenía su génesis, unos querían con ansias, otros gritaban con saña. Se fue a tablas y ya se sabía que se había acabado todo. Mató de tres cuartos cuarteando sin pudor. Palmas y pitos. Más de estos últimos. Decepción

Quien estuvo de verdad muy bien fue el francés Sebastián Castella, que está sin duda en el mejor momento de su carrera y que sustituyó a Roca Rey que presentó parte facultativo por una gastroenteritis.

En su primero, otro torito sin fuerza y obediente, dejó su credencial en cuatro cambiados aprovechando que el de Gutiérrez había mostrado en banderillas que iba de largo -en uno de ellos el toro incluso le tocó el muslo – al cambiarlo in extremis, el público le agradeció sacándose las ganas y enrostrándole a Morante como hay que estar en la Santamaría.

Faena aseada con varios muletazos estimables que desahogaron aún más al respetable. A esto fue que vinimos. Mató de estocada muy caída que incluso le pudo haber quitado la oreja que pidió todo el público, el palco debutó en su sitio porque muchos también quisieron la segunda. No procedía.

Rotundo e importante estuvo el francés en su segundo en quizás su mejor actuación en la Santamaría, recuerdo una tarde de cuatro orejas hace varios años pero cuando toreaba con medios muletazos sin prodigarse como ahora. Vio que el toro, que había sido protestado de salida y que no prometía nada por sus hechuras, cambió después de una buena vara de Cayetano Romero. Solo lo vio él.

Brindó y ¿regañó? – así pareció – a Alex Benavides.

Inició de rodillas mostrando de nuevo lo que hay que poner en una plaza de primera, mensaje directo a la otra figura, el toro se puso a embestir y humilló permitiendo que un templadísimo Castella le hiciera lo que quisiera, tanto por derecha como por izquierda, faena importante, circulares de la casa y la gente saltaba como con resortes en los tendidos, el torito se fue rajando de a poco ante la solidez de la faena.

Se rumiaba un triunfo grande pero lastimosamente al entrar a matar el toro se le arrancó y el francés trató de aprovechar el viaje y no sucedió lo que esperaba toda la plaza, la espada no entró en las carnes del toro, volvió a entrar y pinchó de nuevo, la obra quedaba sin rúbrica, mató hasta la cuarta entrada y todo quedó en una vuelta al ruedo de las de verdad, con todo el mundo de acuerdo. Faena importante que se quedó sin firma.

Luis Miguel Castrillón dejó pasar otra oportunidad para ratificar sus buenas maneras y no aprovechó del todo a su primer toro que le ofreció muy buenas embestidas hasta que se lesionó su pata delantera izquierda.

Fueron dos tandas por la derecha en las que solo pasó al toro pero no le toreó, pico y poco ajuste se le adivinó desde el tendido. Vino la lesión y todo se diluyó de a poco porque a pesar de que el toro pareció superar la lesión por pasajes los naturales no tuvieron emoción alguna. Dos estocadas dejando el brazo atrás fueron necesarias para que el de Gutierrez doblara.

En el sexto tiró de ganas y hasta se puso de rodillas a ver si conectaba de nuevo con el graderío, antes había dejado gaoneras de buen recibo en el capote. La faena no cogió nunca el vuelo necesario, en el tercio el toro iba mejor pero se fue quedando sin gas muy rápido. Mató de buena estocada entera y llegaron algunas palmas.

Castrillón necesita urgentemente un aldabonazo fuerte que lo ponga a funcionar de verdad pero pasan y pasan las corridas y esto no ocurre y el tren no va a parar a recogerlo.

La gente vino a ver a Morante y a Roca, por supuesto, pero a cambio de eso se fue con una de las mejores actuaciones de Castella en Bogotá en la memoria y comentando también la falta de raza y emoción de la corrida de Gutiérrez.

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Fotos: Nelson Sánchez

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