Crónicas

En Sevilla… Triunfo legítimo de Pepe Moral

Plaza de La Maestranza. Decimocuarta y última corrida de feria. 7 de mayo. Casi tres cuartos de entrada. Toros de Miura, bien presentados, muy blandos y descastados. Segundo, cuarto, quinto y sexto cumplieron en el caballo.

Antonio Nazaré: Silencio y ovación.

Pepe Moral: Oreja y oreja con dos vueltas.

Esaú Fernández: Ovación y palmas.

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El público abucheó enérgicamente a la presidenta porque no concedió la segunda oreja del quinto toro a Pepe Moral. Injustísima protesta de unos tendidos invadidos por espectadores festivos y alborotadores que carecen de la mínima exigencia que debe presidir la concesión de trofeos en este templo de la tauromaquia.

Pepe Moral escaló este domingo 7 de mayo, muchos peldaños y ojalá este triunfo legítimo y cabal le sirva para romper de una vez por todas en figura; pero su actuación no fue, ni por asomo, para dos orejas, pues si bien aprovechó al máximo la templada y noble embestida del miura y dibujó dos tandas de extraordinarios y bellísimos naturales, la faena no fue redonda, y, además, la culminó con una estocada caída, razón suficiente para que el premio quedara en un solitario y muy merecido trofeo.

Ya había cortado otra oreja a su primero, un toro sin fijeza ni recorrido en la primera parte de la faena de muleta, hasta que la buena mano del torero y la calidad misteriosa del animal se fusionaron en dos tandas de redondos muy templados y otra final con la mano zurda, cerrada con un caro trincherazo. Fue una labor de menos a más, premiada con un trofeo que, quizá, fue excesivo, pero reconoció el buen momento de un torero que merece mejor futuro.

Un buen susto se llevó Esaú Fernández cuando recibió a su primero de rodillas en los medios. El toro lo divisó en la lejanía, se acercó al trote, detuvo la marcha a la altura del torero, y, aunque aceptó el engaño del capote, se revolvió en un ápice de terreno, impidió que el torero recuperara la verticalidad, y lo zarandeó y pisoteó en el suelo.

Quedó conmocionado el joven torero y así lo trasladaron a la enfermería, aunque no existía constancia aparente de cornada. Tanto es así que, momentos después, en el inicio del tercio de banderillas, salió Esaú de la enfermería y corrió veloz por el callejón para asumir la lidia del toro, que no fue posible porque carecía de clase y transmisión, y, además, se lastimó una mano. Tuvo mejor suerte con el sexto, que cumplió en el tercio de varas, y tuvo fortaleza para embestir con cierta calidad en la muleta. Anduvo afanoso y entregado Fernández, aunque sin alcanzar el clímax necesario para que la plaza se decidiera a blandear los pañuelos.

El lote más insulso le tocó a Antonio Nazaré; inválido total el primero, falto de vida, inservible, que se desplomó en varias ocasiones; y desfondado y descastado el cuarto, con el que se mostró firme con la muleta después de un más que titubeante recibimiento con el capote.

¿Y los toros?

Blandos todos; aceptables en el caballo cuatro de ellos; nobles el lote de Moral y el sexto, pero no hubo un toro de la leyenda de Miura.

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* Antonio Lorca, prestigioso crítico taurino del influyente diario español El País

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