Crónicas

En Sevilla… Roca Rey provoca una convulsión

Plaza de la Maestranza. Duodécima corrida de abono. 5 de mayo. Lleno de ‘no hay billetes’. Toros de Victoriano del Río, Toros de Cortés, —el tercero, devuelto por inválido—, justos de presentación, mansos, ásperos y descastados. Destacó el cuarto por su nobleza —manso en el caballo— y fue premiado con la vuelta al ruedo.

Sebastián Castella: Silencio y vuelta.

José María Manzanares: Ovación y ovación.

Andrés Roca Rey: Dos orejas y palmas.

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La ilusión desbordante, la quietud, la valentía, el mando, y la torería, también, del joven torero Roca Rey provocaron una auténtica convulsión en la Maestranza y despertaron a los tendidos de la somnolencia provocada por los mansos toros de Victoriano del Río.

Todo sucedió en el tercero de la tarde. El torero peruano recibió con aceptables verónicas al sobrero que sustituyó a un inválido. Tras un simulacro de segundo tercio, Roca Rey plantó las zapatillas en el albero e inició la faena de muleta con estatuarios, derecho como una vela y una manifiesta disposición para aguantar la áspera condición del animal.

Cuando volvió a citarlo con la mano derecha, el toro lo miró asustado y emprendió una huida desesperada hacia la zona de chiqueros. Allí lo buscó el torero, le bajó la mano y lo mandó y obligó a embestir en una tanda emocionantísima de redondos en la que destacaron el pundonor, el arrojo, el dominio y la hondura. Y ese solo fue el aperitivo de otra más, del mismo tenor, que provocó el entusiasmo de una plaza rendida a los pies del torero.

Los naturales siguientes, hondos, largos, hermosos y magníficamente abrochados con el de pecho confirmaron el estado de gracia que provocó una verdadera convulsión en la plaza con los circulares finales, seguido de un arrimón previo a una estocada ligeramente caída que no impidió que paseara con merecimiento las dos orejas.

Otra lección de pundonor dio ante el manso y acobardado sexto, ante el que se jugó el tipo sin cuento y mandó en varias tantas preñadas de búsqueda desesperada del triunfo. El fallo a espadas le cerró la Puerta del Príncipe.

En cuarto lugar apareció otro al que le concedieron la vuelta al ruedo tras una pelea de manso declarado en el caballo, prueba evidente de la desaparición efectiva del segundo tercio en la tauromaquia actual. Confundió el presidente la extraordinaria nobleza del toro en la muleta con una bravura inexistente, y nadie se llamó a engaño.

Lo veroniqueó con gracia Castella, se lució José Chacón en un par de banderillas, y toro y torero protagonizaron un emotivo y cálido tercio de muleta en el que sobresalieron la fijeza y la embestida humillada del primero, y el toreo templado y lúcido del segundo, muy seguro con ambas manos. Alargó innecesariamente la labor con unas insulsas manoletinas y falló con el descabello, por lo que el merecido premio quedó en una vuelta para Castella, —un trofeo menor—, y otra para el toro, que no la mereció. Ante su primero, manso y remiso, solo pudo justificarse.

El peor lote —manso, huidizo y sin calidad— cayó en manos de Manzanares, quien destacó en algunos trazos de buen toreo con la mano derecha.

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* Antonio Lorca, prestigioso crítico taurino del influyente diario español El País

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